26 dic 2011

Fe

No tenía mucho tiempo de que la hubiese por última vez, pero parecía que habían sido años. Cada día se veía más acabada, con las arrugas más marcadas, cada vez más incapaz de caminar, ojos más hundidos y con un brillo que se iba extinguiendo con cada sesión de quimioterapia.

Esta vez nos tocaba a ella recibirnos, y el negocio, tal como ella se iba acabando. Lo único que quedaba de sus glorias pasadas eran los cuadros colgados en la pared de ella con su difunto esposo, en el antiguo local original.

La familia de su hija ahora le atendían, pero era obvio que nunca fue lo mismo.

Mi miraba se paseaba de entre las portadas de las revistas, muchas de ellas apiladas una sobre otra y sin vender aún, solo recogiendo polvo de cada día... la televisión interrumpe mi viaje.

Una voz monótona y serena sentenciaba
- Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como en un principio...

Ahí se encontraba ella en su silla de ruedas, sin apartar la mirada de la pantalla del televisor, absorta, como si hubiese encontrado algo en la imagen que solo ella en toda la habitación pudiese ver.

- ¿Tía?
- Ah! Hola 'mija ¿Cómo están? Pásenle, pásenle que hace mucho frío.
- Hola! ¿Cómo están?
- Bien, bien, aguantando el frío ¿Y tú 'mijita?
- Aquí nada más pasando a saludar ¿Los muchachos?
- Leandro aquí está y Uriel salió con sus amigos. Ese muchacho es de mucha salidera.
- Ah, ok. ¿Y cómo...

La platica siguió, mientras de fondo amenizaban los cantos de adoración. Conforme seguía, comenzaban a surgir las historias de los vecinos, de los vecinos a sus casas, familias, los que andan en malos tiempos, con ello a los que murieron de causas naturales, después a los que les tocó a temprana edad, al final los siempre trágicos a manos de la delincuencia organizada.

La gente de aquél pueblo no estaba acostumbrado a tales noticias, y si bien habían sido apenas y unos pocos altercados, resonaba poderosamente en la conciencia del pueblo.

Anticipé un tema así, siempre terminaban así. Nunca encontré esa fascinación por hablar de la gente que ya murió. Supongo que es más triste estar cerca de tu familia y no tener ningún tema de conversación en común fuera del clima.

Escudriñé con mi mirada el comedor. Ahí estaban como siempre las fotos, las cruces, uno que otro pequeño arreglo de Navidad.

Luego estaban en la mesa, frente a un arreglo de cruz y un rosario, un frasco con pastillas blancas. El rotulado lucía muy simple y pobre. La música seguía.

Una mirada más cercana solo lo confirmó. Eran pastillas para los síntomas que clásicos de la terapia radiológica. "Laboratorios Hahnemann" se leía en la parte superior. Su costo debió haber sido gigantesco. Viré la vista, descubrí más. Eran como de 4 frascos con decenas de dosis. La platica seguía.

Le miré, recluida en su silla de ruedas. Se habían tomado los demás para platicar con un recién llegado, amigo de la familia de ya mucho tiempo. De mientras, ella tomó el descanso para volver de nuevo sus ojos al televisor, mientras con su boca seguía las letras de la música. Tomó el tiempo para seguir mirando algo que era invisible para mí.

Algo que solo ella en la habitación podía ver.

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