17 ago 2013

La caja loca II

Había sido el día más caluroso en meses...
Había sido el día más caluroso en años...
Había sido el día más caluroso desde los momentos del génesis mismo del Universo...

Estaba harto, pero justamente era mi culpa, había aplazado todas las cosas por hacer hasta que no se pudo más. Pagos de recibos, trabajos qué entregar y las limpiezas y mantenimiento de las cosas en casa.

Fue entonces que Dios pensó que sería gracioso agregarle algo más de tensión al día al convertir la ciudad entera en una olla de presión. Y dio en el blanco...

Fue una de las tardes más largas en la historia de mi vida, que había sido precedida por una de las mañanas más pesadas de mi vida que pasaron después de uno de las peores noches de sueño de mi vida.

Pero todo eso ya había acabado. Estaba enfrente de mi televisión, hipnotizado y sentía que todo me lo merecía. El aparato de aire enfriando la habitación, los baños relucientes con cañerías sin obstrucciones y la regadera impecable, los platos en la cocina limpios, los filtros de la máquina de agua y la impresora funcionando, y cada pago de servicios hecho y con cada uno de sus recibos sellados y guardados.

La combinación del sonido del clima y la pantalla de inicio del DVD era relajante, la antítesis del barullo de la gente en el banco con fondos de vídeos sobre como mejorar tu AFORE.

- Ya sé que lo mejorará, -dije para mis adentros-.
Así que en la ropa mas cómoda que pude encontrar salí a la tienda de conveniencia a comprar unos Chicharrones de harina, cacahuates y Dr. Pepper. 

La comodidad de mi guarida me había hecho por unos instantes olvidar la muerte que era caminar por las irradiantes calles de la ciudad, pero ya había pasado todo el inicio del día en ellas y solo una vuelta a la tienda me separaba de la abstracción total del resto del mundo.

Estaba todo lo que necesitaba y más, agregué a mis bolsas dulces confitados de chocolate, de tamarindo y demás chatarra de colores brillantes.

Salí de la tienda y noté un señor pidiendo dinero justo a lado, recargado en su costado a un bote de basura. Me pregunté como en un inicio no lo había notado si lo cubría un aura de olor muy fuerte y en el suelo a su alrededor había un par de cartones que lo alejaban apenas del suelo en llamas.

Seguí un poco la imagen con la mirada mientras él seguía mi camino con el brazo extendido con la mano abierta. Los dulces extra habían consumido todo mi cambio así que no tenía nada para él más que unos cuantos centavos en esas grises monedas chiquitas que nadie quiere.

Así que como pude acerqué mi mano a la bolsa, malabareando las bolsas una a otra y con dificultad alcancé un par de ellas pero las tuve que soltar de inmediato... así como a las bolsas... y el resto de mis cosas que en un instante ya estaban en el suelo.

¡SCREEECH!

Al observar al hombre no me había percatado que ya estaba en los cajones de estacionamiento, lo cual no hubiese sido tanto problema si el hombre que se iba a estacionar no hubiese estado llamando por teléfono. Cosa que no había notado hasta después que lo volteé a mirar.

Había estado muy cerca de ser arrollado.

En el inicio, mi atención solo se centró en las cosas que yacían en el suelo. Los dulces abiertos y derritiéndose entre las llantas y el suelo, la soda agitada y rodando hacia la calle y mis Sabritones ya eran solo harina, grasas y chile en polvo.

Hubo un silencio.

- ¡AYÚDEME CON MIS COSAS INMUNDO, QUE POR ANDAR DE CARA NOBLE CON USTED TODO SE ME FUE AL AVERNO! ¡Gánese las monedas!

Y al terminar esas palabras sentí un gran peso encima. La gente dentro del "Seven" me miraba, clientes y empleados, el sujeto en el carro y la gente pasando. Volví el rostro y de las ropas andrajosas del vago salían muñones de lo que alguna vez fueron dos piernas y un brazo. Se estaba arrastrando y ya tenía un par de bolsas en su única mano.

...y que me fui hecho la verga.

***

Ella estaba estudiando enfermería cuando la conocí y hasta donde creía saber ya estaba graduada y trabajando.

Tenía mucho tiempo sin visitar al pueblo, y ya estando allí quería de algún u otro modo visitarle para ver como le había estado yendo. Siendo una madre soltera siempre la tuvo más difícil y tenía que tomar decisiones para dos y no para ella misma. Así que le hablé un poco y ya teníamos fecha y lugar para visitarla.

Le dije que tenía ganas de verla y ella me dijo que podía visitarle al trabajo a lo cual accedí.

Llegué a un edificio entre las calles del centro de la ciudad, estaba algo escondido entre locales de comida y casonas antiguas donde aún vivía gente. Me imaginé que estaba ejerciendo para cuidar a algún anciano de por ahí.

Toqué a la puerta y me atendió una voz grave y profunda, pero lo desconcertante es que era una voz de mujer. Así que me imaginé que estaba en lo correcto. Le mencioné su nombre y pregunté que si ahí era donde trabajaba a lo cual respondió abriéndome la puerta.

Era una mujer de un traje de lentejuelas que no brillaban en lo absoluto por la oscuridad y profundidad en la recepción. Me registró con la mirada de arriba abajo, a lo cual le dije que era un conocido de ella. Me respondió que se encontraba ahora mismo desocupada y que se encontraba en el segundo piso, en el tercer cuarto a la derecha al subir las escaleras. Al decir ello me di cuenta de las verdaderas proporciones de la casa, -Esta mujer debe ser una viuda rica, eso explica la casa, el traje excéntrico y el cabello azul-.

Crucé la recepción atravesando la gran alfombra de estampados de temas orientales y subí las escaleras. A mi lado bajó un tipo también de alrededor la misma edad de la señora, iba de la mano de una mujer hermosa envuelta en un traje de enfermera, él iba jadeando su paso escalón por escalón y la mujer solo parecía mirar hacia abajo,parecía escoltarle a algún lugar.

No les presté la mayor atención y conté las puertas hasta llegar a la tercera, a la derecha de las escaleras, y toqué en la puerta. Ella abrió inmediatamente, había llegado a la hora acordada.

- Hola H, ¿cómo estás?- Le sonreí y le abracé fuertemente.
- Hola M, bien, bien, adelante, pasa.

Observé el cuarto, que mantenía la oscuridad y profundidad que el de la recepción. La casa parecía estar atrapada entera en algún momento de hace 40 años. Las cortinas, el mueble de la cama y el pequeño librero casi vacío. Seguí observando la habitación, extrañado por la sensación que daba en mí hasta que me interrumpió la voz de H.

- Entonces, ¿comenzamos ya? ¿O quieres hablar un poco?
- Disculp...
Se estaba desvistiendo. Podía ya ver los tirantes de su bra y las mallas blancas que cubrían sus piernas aparecían conforme se quitaba su traje en dos piezas de enfermera.

- No íbamos a hacerlo... ?
Entonces me di cuenta de todo, la anciana, el viejo, los trajes de enfermera y en la pared resaltaron las esposas y látigos... 

...y que me fui hecho la verga.

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