24 oct 2015

Y volví a salir a caminar

Así que volví a caminar un poco por ahí y estaba nublado, más no lloviendo. Aún así, una pelusa de humedad cubría el ambiente robándose el calor de toda persona que se encontrara afuera. 

En el vacío de la noche me encontré caminando, en medio de la calle y en sentido contrario al que me dirigía, a un grupo de niños, esto en un barrio de esos en los cuales los niños no deberían estar caminando en medio de la calle y en el vacío de la noche. Miré alrededor y vi un montón de negocios, unos cerrados por estar fuera de horario y al contrario. Entre ellos había un OXXO, el cual contaba con un sistema completo de cámaras de seguridad, y, en contra esquina de este, un motel cuyas puertas de la recepción se encontraban abiertas, dejando ver el rostro apenas iluminado del recepcionista gracias a la pantalla de su teléfono inteligente. A lado encima de él en el techo, una cámara apuntando hacia el exterior.

-Al menos es algo- me dije a mi mismo. Sin embargo, fue en vano. La idea de las cámaras apuntando hacia todas direcciones en ese punto específico de la calle de comenzó igual a inquietarme. Otros pensamientos comenzaron a tocar la puerta, mas en cambio fueron interrumpidos por el empate de mi camino con el de los niños. Todos, siendo 4 niños, 3 chamacos y una pequeña, venían solo lo suficientemente arropados para el clima actual de la ciudad, con sus rostros cubiertos por las sombras de las gorras de sus chaquetas proyectadas sobre sus caras.

Les miré fijamente y el más pequeño de los niños, de la mano de la única niña, notó mi mirada posada sobre ellos, alzó su cabeza revelando su cara y me devolvió el gesto. Ya cruzadas las miradas, y ya habiéndolos rebasado con mi paso, le sonreí con extrañeza y le saqué la lengua.

El niño se detuvo.

Yo también.

La niña, la cual iba de la mano de este, se recuperó del paro repentino.

- ¿Qué tienes we? ¿Qué traes vato? Sobres jijotugrgrgrgr gorororo grgrgr.
Sé que el niño no tenía impedimentos para hablar, pero ya con la distancia y el ahora, sonido de la lluvia de fondo, no podía descifrar que se supone que me estaba diciendo el niño. Bueno. Quizás lo único que quería era no escuchar improperios saliendo de la boca de un niño. La verdad, no sé. Así que con ese gorjeo, di la media vuelta y seguí mi camino.

Seguí caminando y la lluvia se intensificaba así que decidí matar algo de tiempo en un OXXO, uno el cual no era le del sistema de cámaras de seguridad.

Me acerqué a la caja y la poca fila que existía consistía en una niña junto con la que parecía ser su hermana menor. Volcó su baja estatura frente a la trabajadora del mostrador y le mostró lo que iba a comprar con las manos apenas alcanzando a las manos de la cajera. Era una tarjeta de lotería, de esas a las que a veces llaman "raspaditos", en los que se pueden ganar de entre 20 a 10,000 si se tiene la suficiente fortuna. 

Al notar esto le miré raro... muy raro... demasiado extrañado... quizás mucho muy demasiado. Levanté la mirada y la cajera notó mi estupor, a lo cual respondió con una sonrisa que decía "A mi ya no me sorprende, pero es agradable ver que a alguien si" y terminó de atender a la niña. Creo que con eso dio en el clavo. Y ahora era mi turno frente a la caja. Pagué mis cosas y me tomé algo de tiempo frente a la puerta. Al vidrio lo recorrían caminos de agua y permitía poca visibilidad al exterior, sin embargo comenzaban ya a menguar la intensidad de su cauce.

Voltee a mi derecha, la niña estaba sentada en el área de comidas de la tienda, le había pedido una moneda a la cajera para poder usarlo en su "raspadito". Me pregunté si había ganado algo, pero mejor decidí irme antes de poder ver su reacción ante la última casilla siendo revelada.

Salí de la tienda solo para darme cuenta que, el niño al que le había sacado la lengua anteriormente, se encontraba ahora solo y frente a mí. Miré alrededor, pero los otros pequeños que lo estaban acompañando, no parecían estar cerca.
- Hey, ¿qué onda?- El niño me miró, se alejó de mi tomando una distancia que me imagino pensó era segura y la mantuvo conforme iba caminando.
- Sabes, es muy tarde para que andes solo por la calle, ¿no crees?- El niño mantuvo la distancia y giró la mirada, al tiempo que escuché un resoplido tirado al aire. Seguí el sonido. Le pertenecía a un policía, el cual estaba acompañado de varios de los suyos, todos tomando café recargados a los lados de su patrulla.

Imaginé su pensamiento, no era difícil por la manera en la que veían la escena así que corregí mi rumbo.
- Solo cuídate mucho, ¿si? Ya está oscuro, ¿eh?

Seguí caminando y la lluvia se apaciguaba así que decidí aprovechar para buscar algún punto de espera de autobús y por fin regresar a casa.

No transcurrió mucho tiempo y el camión ya se divisaba a lo lejos. Ya de tanto tomarlo, puedo reconocer el patrón de luces de sus tres dígitos en la pantalla digital. Aún a la lejanía, y hasta me sorprendí a mi mismo esta vez, puesto a lo pude reconocer a pesar también de la brizna continua. Lo abordé, así como también lo hicieron las 3 o 5 personas que me acompañaban en la parada.

Miré a la ventana desde mi asiento a la mitad del autobús y observé las colonias y barrios. La avenida está tapizada de negocios y bodegas, pero detrás de ellos se esconden casas, eso es algo que a veces se puede llegar a olvidar, se pieren entre humo de asadores y bailarínes de aire

El camión tuvo varias paradas y en una de ellas subió una persona, una que por su aspecto claramente era un vagabundo. Me llamó la atención desde el inicio, debido a la dificultad con la que entró al bus. Lo hizo primero subiendo con delicada torpeza una bolsa negra, para después paso a paso subir completamente, girando la bolsa negra conforme se internaba. 

El hombre, un viejo de alrededor de 50 años, parecía limpio, es decir, su cuerpo, piel, mas no así sus ropas, las cuales se veían descuidadas, como lo estaba su espesa barba y bigote. Volviendo a sus prendas apenas y eran de su talla, una camisa de franela arremangada y una gorra negra. Sus pasos débiles me hicieron desviar la atención a sus piernas, llevaba shorts grises y calzado tipo zapatilla, de cuero rojo y de género inespecífico. Solo estaban ahí, cumpliendo su función. Siguió así pues, arrastrándose por el pasillo y se sentó atrás, más allá de mi panorama frontal.

Pensé en él por un instante.

Las gotas en la ventana evidenciaban el regreso de la lluvia.

Un acorde desafinado de cuerdas.

Al principio no supe que hacer de mí. Me tomó instantes el voltear a mi alrededor, para darme finalmente cuenta de la fuente del sonido. El vagabundo dejó ver el contenido de la bolsa negra plástica, de esas que son para la basura. Dentro había una guitarra acústica, la cual el hombre comenzó a hacer chillar con sus dedos que terminaban en uñas largas y sucias. Los sonidos, porque no eran notas, que salían de sus rasgueos apenas y podían contar como música, sin embargo, la pasión del hombre se transmitía fielmente en todos y cada uno de ellos. Decidí parar de hacerme el sorprendido y dejé al hombre con sus melodías en paz, notas rotas que de alguna manera hacían armonía con los lugares que el camión iba recorriendo.

Kilómetros se recorrieron y el balbuceo de la guitarra se mantenía. Minutos ya de la sesión, y mi pensamiento iba y venía de la música a otros temas. De pronto, y luego de un sinnúmero de idas y vueltas, fue en uno de esos vaivenes de ideas que me di cuenta de algo. Hice un experimento y traté de enfocarme mi mente en otras cosas, pero ya no era posible, y si, era verdad. El hombre había dejado de tocar sinsentidos, o quizás es que jamás fue así, y ahora la ruta estaba siendo amenizada por Nocturna, de Chopin... y si, la anterior era Primavera, de Vivaldi, y la anterior a esa también era otra pieza de sinfónica... y la anterior a esa y a esa, cada músico siendo mejor interpretado que le anterior. Decidí parar de hacerme el sorprendido y dejé al hombre con sus melodías en paz, notas irónicas que de alguna manera hacían armonía con los lugares que el camión iba recorriendo.

Me acercaba a mi destino y noté algo, supongo, esencial; el hecho que el hombre, en ningún momento y a ninguno de los presentes pidió dinero por su música. Tomé unas monedas de mi bolsillo y las miré con detenimiento, luego volví mi mirada al hombre y me concentré en su aspecto. Preparé un pequeño discursillo conforme me acercaba a él y el camión, a su vez, a mi parada.

- Mire, quizás no los necesite, pero tomé, se los ha ganado- si, eso le diría.

Así pues, y con mi discurso ya estructurado, terminé frente a él y extendí mi mano llena de monedas.
- Mire, quiz.. - parando en seco mi oración y al mismo tiempo la música. Sus largas uñas tomaron de golpe todas las monedas de mi mano.
- Já! Muchas... muchas gracias... Dios te bendiga... y mira, si quieres una serenata y con mucho gusto... te daré mi dirección, te daré mi dirección y me buscas, sin ningún costo alguno la serenata...
- Oh, suena genial, serí...
- Y si no es así... mira- Hizo un gesto con la mano acariciándo todo su rostro, peinando sus barbas- recuerda este rostro. Recuerda este rostro y pregunta por tu serenata... te la has ganado. Sin costo.
- Muchas gracias. Dios le bendiga, ¡tenga buena noche!- Me despedí de él gritando conforme saltaba fuera del camión. 

Otros incidentes más pasaron sin pena ni gloria y ya estaba en casa, frente a la pantalla de mi computadora móvil y con mis manos en comida chatarra. Era solo la vida siguiendo. Supongo.